lunes, 27 de febrero de 2012

Capitulo I - La Caza -


Hoy comienzo una serie de relatos, a ver que tal. Ojo, contienen escenas de indole sexual muy explicita. Asi que ya sabes, si eres menor o no te gusta el tema, cierra la puerta al salir. Gracias. N.A.


El vampiro iba de caza. Como cada noche se sumergía en el torrente humano de la ciudad buscando sus presas entre los incautos humanos, que sin sospechar nunca de la oscuridad que lo precedía sucumbían a sus encantos sobrenaturales. Era delgado, pues habían pasado no menos de veinte años desde la  última vez que un alimento sólido había pasado por sus ahora inútiles órganos antaño tan vitales. También era atractivo, no guapo, pero encantador en sus rasgos afilados y bien definidos. Con su metro ochenta de estatura tenía hoy en día una altura media muy similar a los que se suponían sus coetáneos. Pelo castaño y profundos ojos verdes se veían completados con una blanca sonrisa que para los buenos observadores ocultaba más allá del sarcasmo y la desfachatez de la que solía hacer gala algo más oscuro y siniestro. Sin embargo ni tan siquiera esos buenos observadores llegaban a sospechar nunca de la autentica naturaleza del misterioso muchacho, apenas salido de la adolescencia a sus veinte años, que tenían delante. Al fin y al cabo en estos tiempos de razón y escepticismo no había cabida para lo sobrenatural mas allá de los programas de televisión, que sin rigor alguno se hacían eco de los absurdos temas relacionados con vampiros, hombres lobo y fantasmas que entremezclaban en un absurdo maremágnum de informaciones contradictorias con visitas extraterrestres y conspiraciones internacionales. El que algunas de esas teorías resultasen ser ciertas no hacían mas que incidir en la ironía de toda la historia.

El vampiro atravesaba pues la noche con la tranquila confianza de saber que la oscuridad ocultaba grandes peligros y atrocidades, y que el era el peor de todos los monstruos que poblaban las pesadillas de los mortales. Vestía vaqueros y zapatillas de deporte. Otro joven mas de camino a reunirse con sus amigos, solamente que en este caso en particular el propósito de su camino no era un inocente botellón en alguna calle mas o menos céntrica para después acudir a pub de rigor, baile, bromas, risas y tal vez si la noche se le daba bien algún ocasional magreo con una chica. Su objetivo era otro, y tal vez algunos considerarían que mucho mas terrible. Buscaba alimento.

El joven vampiro – pues era joven para los cánones de su especie – sabía que cada vampiro de alimentaba a su manera. Conocía de casos que buscaban su sustento solamente entre los delincuentes, los asesinos y violadores. Cebándose en los malvados para sí justificar su existencia. Otros hacían lo propio con los marginados, no tanto por cuestiones morales como por las escasas posibilidades de que la policía investigara las muertes y desapariciones de vagabundos y drogadictos.  Y otros, encumbrados en las ramas mas altas de la sociedad se limitaban a hacerse llevar el “alimento” a lujosas mansiones donde daban rienda suelta a las más espectaculares orgias de sangre que se puedan imaginar.

Sin embargo, tal vez por su juventud nuestro vampiro cazaba entre las que siempre habían sido sus presas. Jóvenes  guapas de la noche, arregladas, pintadas y dispuestas a pasar un buen rato con un chico atractivo. El vampiro no sólo buscaba saciar su sed de sangre, si no el deseo sexual al igual que cuando respiraba.
Entró en el local, un pub tenuemente iluminado donde su pálido rostro podía pasar perfectamente desapercibido. Pidió un ron cola, por pura costumbre ya que es lo que solía beber cuando aún vivía y observó a su alrededor. No tardó más de unos segundos en localizar su presa. En la esquina derecha, acompañada de tres amigas una chica morena, no más de diecinueve, no menos de diecisiete, a pesar de que en esos tiempos en que las adolescentes vestían ropas que solamente unos años atrás las habría incluido en la calificación de putas, era difícil de saberlo exactamente. El pelo rizado de la joven caía sobre sus hombros, un ceñido vestido negro resaltaba cada una de sus impresionantes curvas, el escote palabra de honor se esforzaba por mantener los generosos pechos a buen recaudo y el culo, prieto y bien formado resaltaba aún más debido a la fina cintura de su orgullosa propietaria. Era una mujer muy guapa, los labios carnosos pintados de rojo y un poco de maquillaje era todo lo que llevaba. Ella se sabía atractiva, sabía que su mera presencia hacía que todas las miradas recayeran ene ella a pesar de que sus amigas resultaban bastante atractivas, pero no podían competir con la voluptuosidad de la que hacía gala.

El vampiro la observó durante unos minutos, no solamente era muy guapa, además reía con sinceridad, despachaba a los pesados moscones que se le acercaban con cordialidad y trataba a sus amigas con cariño. Sin duda era alguien a quien merecía la pena conocer…
El joven no muerto esperó al momento oportuno y cuando sus miradas por fin se cruzaron la de ella quedó trabada con los de el. La preciosa joven observó con sus profundos ojos negros no carentes de interés como el chico se acercaba a ella con andares pausados y casi felinos.

Era atractivo, delgado y atlético, apenas cinco centímetros mas alta que ella, aunque de cerca parecía más alto. La joven estudiante estaba a acostumbrada a que todo tipo de hombres la abordaran, hombres de carrera, con dinero y estilo que la intentaban impresionar con coches caros y enormes áticos. Hombres guapos, trajeados y con el mundo a sus pies que se sabían muy por encima de un vulgar chico vestido con vaqueros, y que aún y así rara vez lograban conquistar a la alegre chica que ahora miraba embobada a su nuevo pretendiente. Las amigas callaron un momento su alegre charla, solo para darle la oportunidad a Lucía, pues ese era su nombre, a deshacerse del nuevo moscón con su habitual estilo. Intentando no herir nunca a nadie, y menos a uno con tanto valor.
Todo eso vio el vampiro reflejado en sus ojos, y reprimiendo sentimientos que ya creía olvidados tendió la mano a su conquista.
-          Soy Isod – su voz, aunque suave llegó perfectamente a los oídos de Lucía a pesar de la música y las conversaciones a su alrededor. – Creo que deberíamos conocernos – Su sonrisa resplandeció en se gesto que tan buenos resultados le daba y que en parte estaba destinado a ocultar los colmillos tras sus labios.
-          Lucía – le contestó tomando la mano que le había tendido el vampiro – Isod… curioso nombre, ¿de donde es?
-          Bíblico, es todo lo que se, hace veinte años que me lo pusieron y lo cierto es que entonces no estaba en condiciones de hacer preguntas.
Lucía sonrió creyendo equivocadamente entender la pequeña broma privada de su nuevo amigo. Se sentía extraña, no era el tipo de hombre por el que normalmente se hubiera sentido atraída. A pesar de que ella tenía un año menos que Isod estaba acostumbrada desde que entró en la pubertad a salir con chicos mayores, habiendo sido su última relación con un arquitecto de treinta años con el que había salido durante tres meses. Este chico por el contrario era joven, no parecía tener nada…. Nada aparte de una sonrisa sincera y una ausencia total de miedo en sus ojos verdes de gato. Le gustaba.
-          Bueno, pues ya nos conocemos, Isod – le dijo en un susurro – ¿estás contento? - Se habían acercado mucho, empujados por la creciente afluencia de público y ligeramente separados de sus amigas. Apenas estaban ahora a unos centímetros, aunque aún no se habían tocado. Lucía sintió ante esa proximidad como un familiar escalofrío recorría su cuerpo partiendo de su entrepierna. Siempre había sido una mujer muy sexual, habiendo perdido la virginidad a los quince años – siempre contaba entre risas que mas que perderla la había regalado – estaba acostumbrada a reconocer y aceptar sus impulsos sexuales, y a satisfacerlos cuando era oportuno. Sin embargo nunca había sentido un impulso tan fuerte de excitación por un extraño, y mucho menos sin llegar siquiera a tocarse. Se imaginó entonces al chico abrazándola, acariciándola metiendo esas fuertes manos por debajo de su falda y arrancándole el tanga… Lucía sintió como le subían los colores, tenía el corazón a punto de estallarle y sentía como el tanga se le había mojado. – Joder tía, te has corrido – pensó, mas con sorpresa que con vergüenza.
 Un súbito empujón la llevó directa a recorrer los escasos centímetros que los separaban y chocó con el cuerpo del desconocido, se sorprendió al comprobar que era como chocar contra una pared, duro y firme. Era todo lo que necesitaba Lucía. Rodeó el cuello de su amante y lo besó.

Isod estaba sorprendido, aunque acostumbrado a la rápida desinhibición de sus conquistas esta chica era algo especial. Sintió su beso, ardiente, apasionado. Los labios de Lucia eran exigentes, sabían lo que querían, sabían lo que hacían. Isod no se quedó atrás y devolvió el beso, aunque con cuidado de no provocar ninguna inoportuna herida con sus colmillos. Sentía el cuerpo caliente y tentador de Lucía contra el, podía oler su sexo, mojado tras el orgasmo anterior y como su cuerpo pedía mas…. Mucho más.
Rodeó su cintura, sus manos se deslizaron por sus curvas, le acarició las piernas entre suspiros y subió hasta su culo. No deteniéndose introdujo sus manos por debajo del vestido. Podía sentir ahora su piel, suave y tersa, la casi inexistente tela del tanga.
Lucía sabía que estaba dando un buen espectáculo, y que al día siguiente tendría que darles muchas explicaciones a sus amigas… pero ahora no le importaba. Tan sólo quería que ese extraño joven se la follara. Sentía sus manos tan fuertes como las de una estatua en su culo. Si decidía bajarle el tanga y subirle el vestido allí mismo ella le dejaría, tan completamente abandonada se encontraba que no le importaba la idea de ser follada en mitad de un pub con docenas de curiosos – muchos de ellos conocido y amigos – por un extraño.  En realidad… eso la excitaba aún más.
El vampiro no quería atraer sobre si mas miradas de las necesarias, aunque disfrutaba del exhibicionismo no era conveniente para el llamar la atención mas de lo estrictamente necesario. Así que sujetando casi en volandas a su conquista cruzó el pequeño local hasta la calle.
En sus brazos Lucía sentía como si no pesara nada y se dejó llevar aún envuelta en una incontrolable ola de placer. Respiró una bocanada de aire puro en el exterior. Isod la dejó en el suelo y tendiéndole la mano la llevó hasta un callejón cercano de los muchos del centro y cuyas antiguas paredes sin duda habían visto escenas similares a esta miles de veces. Similares… aunque no iguales.
Isod apoyó la espalda de Lucía contra la pared. Sin dejar de mirarla a sus ojos color de azabache deslizó la mano derecha por la parte interna del muslo subiendo poco a poco hasta llegar a la entrepierna. Allí estaba húmedo y palpitante el coño de Lucía. Ella abrió aún más las piernas para dejarle hacer. Aunque no era la primera vez que tenía sexo en la calle nunca antes se había sentido tan abandonada, tan dispuesta tan “puta” pensó allí, en la calle, con un desconocido metiéndole mano mientras ella se habría de piernas.
Isod bajó lentamente la ropa interior de Lucía mientras se agachaba, dejó el precioso tanga de encaje, regalo  de un anterior amante, en los tobillos de la chica y le subió el vestido hasta la cintura. Aspiró extasiado el perfume de su sexo, como humano siempre le había vuelto loco el olor, pero ahora, con sus sentidos potenciados cien veces por el vampirismo era mucho mas intenso. El coño no estaba completamente depilado, dejando una fina línea de pelo bien recortado a la vista. Sin dudar Isod se acercó a el y lo lamió. Lucía suspiró aún más fuerte y el vampiro recibió un shock casi eléctrico, pues así como su olfato era cien veces más sensible, sus papilas gustativas se veían favorecidas por los mismos misteriosos poderes de los vampiros. El sabor era embriagador y se puso a la tarea de disfrutarlo.

Lucía puso sus piernas sobre los hombros del chico permitiéndole así mejor llegar hasta ella y entre espasmos de placer un orgasmo tras otro recorrió su cuerpo. Poco podía imaginar que lo más increíble estaba por llegar. El vampiro la dejó con las piernas en el suelo y aproximándose a la ingle descubrió por fin sus afilados colmillos. Una ligera incisión y empezó a chupar poco a poco la sangre mezclada con los fluidos de Lucía.
La chica gritaba de placer mezclado con otra cosa… y el vampiro obtenía un poco de sangre con sabor a diosa. Al poco se elevó, su silueta parecía aún mas oscura, su presencia mas grande y terrible. Pero Lucía no sentía miedo, estaba totalmente entregada a el… de todas las maneras posibles.

Aún con un poco de sangre en los labios la besó, mezclando saliva, sangre y sexo en un cálido beso. El vampiro con un movimiento fluido que parecía la continuación natural del beso se acercó al cuello y volvió a morderla, esta vez el caudal de sangre fue mayor. Y una vez más a Lucía no pareció importarle.
Saciado por fin el vampiro se retiró y observó a su amante. A pesar de la sangre tenía las mejillas aún sonrosadas por la excitación, el vestido aún subido sin pudor alguno sobre la cintura, mostrando su coño y un ligero hilillo de sangre deslizándose hacia el suelo mezclado en parte con sus propios jugos.  El generoso pecho subía y bajaba, tentador… Pero Isod sabía que tomar mas llevaría a Lucía al borde de la muerte, y aunque en multitud de ocasiones eso no le había detenido, alimentándose de sus victimas hasta que dejaban de respirar con su boca ansiosa sobre ellas. En esta ocasión algo lo retuvo. – Demasiado buena para una sola vez – se intentó convencer a si mismo, imaginándose que si no la mataba bien podría repetir en otra ocasión sus encuentros sexuales. Aunque en su interior sabía que había algo mas profundo para no matarla.

Con delicadeza la besó en sus labios entreabiertos, y limpió los últimos restos de sangre de su boca. Le bajó el vestido y recogió sus braguitas. Travieso le sonrió y se las guardó en la cazadora. Ella le acarició el rostro, maravillándose una vez más de la extraordinaria dureza de su piel, de la fuerza de sus manos.  Sabía que había algo extraño en lo que estaba pasando, no sólo por el hecho de la ausencia de penetración, era algo más… algo oscuro y terrible. Intentó dar un paso, pero sus piernas flaquearon tambaleantes, y hubiera caído al suelo si Isod, con una velocidad asombrosa no la hubiera sujetado.
-          No te hagas daño querida – dijo con voz dulce y susurrante – nos veremos pronto.
El vampiro se marchó, dejándola cerca de la discoteca donde se encontraban sus amigas. Lucía, sin bragas, cansada y confusa se sentó en un banco cercano. Apenas había intercambiado un par de frases con el desconocido al que se había entregado mas completamente que a nadie en su corta vida. Sus amigas la vieron y se acercaron a donde se encontraba. Sus miradas de sincera preocupación se tornaron pronto al ver su estado en miradas pícaras y sonrisas traviesas.

El vampiro, oculto entre las sombras dejó de escuchar los comentarios vulgares de las chicas y la insistencia de entrar en detalles más o menos sórdidos y se alejó del lugar. Conservaba un recuerdo de su presa, y el sabor de su sangre tardaría días en desaparecer. Podría encontrarla cuando quisiera…  y lo haría.

Continuará...



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